Llegado el siglo XIII el sur de Francia se había transformado en la región más desarrollada de toda Europa, en gran medida, gracias a las enseñanzas depositadas en los evangelios que portaban los cristianos gnósticos. Para ellos, el verdadero Santo Grial era la sabiduría depositada en los manuscritos que ellos profesaban y que presentaban diferencias con la teología de los Estados Pontificios. Sobre esos fundamentos lograron construir una sociedad donde la mujer era igual al hombre, incluso, donde habían mujeres sacerdotisas y en donde se cantaba al amor espiritual y también carnal. Algo inexistente en el resto de Europa.
Los trovadores exaltaron el amor, la prosperidad y la felicidad del sur de Francia, conocida también como la región de los cátaros o el Languedoc. Sus alegres canciones llegaron a los oídos del papa Inocencio III, quien termina condenando a los cátaros de herejes y convocando la Cruzada Albigense que los masacró a todos.
Simultáneamente, la Iglesia crea la orden de los franciscanos y luego la de los dominicos. Estos últimos fundan la Santa Inquisición en plena cruzada contra el sur de Francia. Miles fueros pasados por cuchillo sin oponer resistencia, torturados y quemados en la hoguera.
Cuenta la leyenda, que ante el asedio de los cruzados a la ciudad de Montsergur, que era el último bastión de los cátaros o también llamados cristianos gnósticos, cuatro caballeros perfectos lograron huir llevándose el Santo Grial, que no era un cáliz, sino la sabiduría contenida en las enseñanzas gnósticas de Jesús.