Published on March 29, 2017
Una sociedad y un sistema político basados en las preferencias y las interacciones entre personas tienden a funcionar mejor que si se basan estrictamente en el intelecto, decía el politólogo Charles Lindblom en defensa de las democracias modernas. Pero ¿cuál es, actualmente, y cuál debería ser el papel del intelecto y el conocimiento en una democracia?
¿Hay un conflicto entre ciencia y democracia? Y, lo que es más importante, ¿hay alguna forma de equilibrio que mejore la capacidad de las políticas públicas para transformar el mundo en un lugar mejor?